Desde inicios de 2018, las economías más grandes del mundo vienen protagonizando una guerra no convencional, sin soldados ni artillería, concentrada más bien en el uso de influencia económica y retaliaciones comerciales cuyos efectos adversos se sienten, no solo en los países involucrados, sino también en el resto del globo.
De acuerdo al Fondo Monetario Internacional (FMI), el aumento de las tensiones comerciales entre Estados Unidos de América (EUA) y China ha sido el principal factor detrás de la reducción en la proyección del crecimiento económico mundial de 3.5% a 3.2% para 2019. Más aún, el FMI afirma que, de continuar el conflicto comercial, las pérdidas de la economía mundial podrían ascender a US$455,000 millones para 2020.
Dado este escenario de disminución del comercio internacional y moderación de la economía mundial, resulta vital entender los posibles efectos de estos eventos sobre las economías emergentes y, particularmente, sobre la economía dominicana.
Con el objetivo de edificar a la opinión pública y a los agentes económicos en general sobre este importante tema, el Banco Central (BC) presenta un análisis que parte desde las primeras medidas que dieron origen a la guerra comercial entre EUA y China para evaluar su impacto en el crecimiento económico mundial y sus efectos en las economías en desarrollo, particularmente en República Dominicana. Específicamente, cómo la confrontación comercial ha afectados los mercados financieros y cambiarios a nivel global, imponiendo nuevos retos a las economías en desarrollo.
El inicio de la guerra comercial puede ubicarse en febrero 2018, cuando el Gobierno de EUA aplicó una medida de salvaguarda global para imponer un arancel de 30% a la importación de paneles solares, afectando mayormente a China.
Un mes después, el Presidente Trump acusó a China ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) de realizar prácticas discriminatorias en el uso de licencias y propiedad intelectual.
Luego, en julio 2018, EUA estableció un arancel de 25% a una serie de productos chinos, mayormente agropecuarios, valorados en unos US$34 mil millones, lo que provocó que el Gobierno de China respondiera colocando aranceles de la misma magnitud a vehículos, productos de soya y ganadería de origen estadounidense.
Desde entonces, ambas naciones han ido escalando el conflicto, aumentando la cantidad de productos afectados y, a pesar de realizar unas siete rondas de negociaciones, no se percibe una fecha inmediata de acuerdo.
En la actualidad, EUA aplica un arancel de 25% a productos chinos valorados por US$250 mil millones, lo que equivale al 46% del total de importaciones de EUA que provienen de China. Por otro lado, China ha implementado aranceles que van desde 5% hasta 25%, dependiendo del tipo de producto, a bienes valorados en US$113 mil millones, equivalentes al 94% de las importaciones provenientes desde EUA.
El resultado de estas medidas es que el volumen de comercio entre ambas naciones, que supera los US$650 mil millones anuales, disminuyó 13.7% en enero-junio de 2019, con relación al mismo periodo del año anterior. A su vez, este conflicto ha afectado el nivel de comercio mundial, que mostró una caída de 0.4% en mayo 2019.
La guerra comercial entre China y EUA no se ha limitado a utilizar los aranceles como mecanismo de presión, sino que ambas naciones también han dirigido sus ataques a empresas representativas de cada país.
Por ejemplo, EUA colocó en lista negra la empresa tecnológica Huawei, mientras China abrió una investigación contra la empresa de envíos FedEx, alegando que esta “socava los legítimos derechos” de sus ciudadanos. Cabe resaltar que el conflicto comercial entre EUA y China parecía cambiar de rumbo cuando los Presidentes Trump y Xi acordaron retomar las negociaciones durante la reunión del G20 celebrada en Japón, el pasado mes de junio.
Sin embargo, en agosto, el Presidente Trump anunció que incluirá un arancel de 10% a productos adicionales por valor de US$300 mil millones, si ambas naciones no alcanzan un acuerdo para el 15 de diciembre de 2019.
En términos reales, estos aranceles han repercutido tanto las economías estadounidense y china, como la de otros países. Además de la reducción en el comercio, el alza de precios por las tarifas ha recaído en su mayoría en los consumidores estadounidenses y chinos; aunque algunas firmas han absorbido parte de las tarifas, reduciendo sus beneficios (Cerutti et al., 2019). Por otro lado, el efecto a nivel mundial es mixto.
Por ejemplo, países exportadores de bienes manufacturados podrían ser beneficiados debido al desvío de comercio; mientras, los países productores de materias primas y bienes intermedios pueden ser perjudicados al caer la demanda de sus insumos. Esto último tiene efectos de mayor alcance en la economía mundial, a través de las cadenas globales de valor. Los efectos de la guerra comercial han incidido en las proyecciones de crecimiento económico.
Además de la economía real, los efectos de este conflicto también se han reflejado en los mercados financieros y cambiarios. Por el lado de los mercados financieros, la guerra comercial, junto a las deterioradas expectativas de crecimiento a nivel global, han provocado la búsqueda de refugios seguros de inversión. Esta demanda de activos de refugio, como son el oro y los bonos del Tesoro de los Estados Unidos, ha influido en la caída significativa en los rendimientos de los principales mercados de deuda y en un aplanamiento en las curvas de rendimiento.
Por el lado de los mercados cambiarios, desde inicios de la guerra comercial en febrero de 2018, el yuan presenta una tendencia gradual de depreciación. En agosto 2019, la depreciación del yuan fue de 2.7% en los primeros nueve días del mes, superando el umbral del 7 por 1, luego que el Presidente Trump anunciara las últimas retaliaciones arancelarias. Cabe destacar que a partir de agosto 2015, el sistema cambiario chino había pasado de un sistema de bandas determinadas por el Banco Central a un sistema de mayor flexibilidad y libre mercado.
La guerra comercial y sus secuelas en el mercado de divisas ponen en alerta a los países emergentes, incluyendo la República Dominicana, debido a los retos y oportunidades que puedan presentarse. En el corto plazo, la depreciación del yuan brinda una ventaja competitiva a las exportaciones chinas con respecto a otros países emergentes, pues se necesitan menos dólares para adquirir productos e insumos chinos, lo que se magnifica si tomamos en cuenta que China es el mayor exportador mundial.
Cabe destacar que la República Dominicana se ha especializado en segmentos de exportación que permiten un mejor manejo de los riesgos que presenta la devaluación del Yuan. Por un lado, las zonas francas dominicanas tienen un acceso envidiable al mercado de EUA debido a las facilidades que brinda el acuerdo comercial DR-CAFTA. A la vez, China no es un competidor directo de otros productos y servicios dominicanos importantes, como el turismo, el cacao y banano orgánico, entre otros. Más aún, el abaratamiento de las importaciones de productos e insumos chinos luego de la depreciación del yuan puede incidir en acelerar la actividad comercial y manufacturera local.
República Dominicana, por el hecho de contar con un acuerdo de libre comercio con los EUA, podría convertirse en un punto atractivo para empresas tanto chinas como estadounidenses que busquen mano de obra competitiva, con experiencia en la manufactura, y dentro de un ambiente económico de estabilidad y seguridad jurídica, para exportar sus productos a Norteamérica.
Además, en este entorno de incertidumbre en torno a tensiones comerciales y las expectativas de crecimiento a nivel global, las economías emergentes enfrentan el desafío de aprovechar los flujos de capitales de inversionistas que se tornan cada vez más selectivos. En este contexto, economías como la de República Dominicana tienen la tarea de continuar destacándose por la fortaleza de sus fundamentos macroeconómicos, una historia consistente de credibilidad, así como el desempeño de un sector privado que exhibe valiosas oportunidades de inversión. Todo lo anterior, en un clima de estabilidad que sigue distinguiendo a la economía dominicana como una economía segura en un entorno internacional convulso.
La guerra comercial entre China y EUA no solo ha tenido un impacto en el comercio mundial, sino que ha creado un clima de incertidumbre que ha resultado en la desaceleración de la actividad económica de casi todas las economías del mundo.
Sin embargo, el BCRD cuenta con un número importante de instrumentos de política monetaria, los cuales detallaremos en una próxima entrega, de forma que los agentes económicos pueden estar seguros de que la institución continuará actuando de forma prudente y oportuna según sea requerido por los cambios tanto del contexto interno como externo, en aras de mantener la estabilidad macroeconómica que ha sido reconocida por organismos internacionales y que constituye el buque insignia para el atractivo de grandes inversiones que promueven el desarrollo de la nación. Dado lo antes expuesto, el Banco Central de la República Dominicana reafirma su compromiso de mantenerse alerta ante los acontecimientos internacionales que podrían incidir en la sostenibilidad del crecimiento y de cumplir con el objetivo de inflación, y así poder actuar oportunamente con los instrumentos de política monetario de los que dispone.