Es hora de descarbonizar el transporte para lograr una recuperación verde

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En un momento en el que nos enfrentamos a los enormes desafíos planteados por la pandemia de COVID-19 (coronavirus), es alentador ver al mundo movilizarse como nunca antes para hacer frente a la crisis inminente del calentamiento global. Los países están tomando medidas para abordar las emisiones y aumentar la resiliencia en áreas que comprenden desde la energía renovable hasta los mercados de carbono y la agricultura sostenible . La comunidad internacional del desarrollo también está intensificando sus esfuerzos. En 2020, el financiamiento climático del Grupo Banco Mundial alcanzó un nivel histórico de USD 21 400 millones, y recientemente anunciamos nuestro plan de alinear todas las nuevas operaciones del Banco Mundial con el Acuerdo de París a más tardar en julio de 2023.

Pero a pesar de todo el impulso positivo, hay un ámbito en particular que requiere una acción urgente: el transporte. Si no se descarboniza el transporte, ningún escenario para alcanzar el objetivo climático de limitar el aumento de la temperatura media mundial a 1,5 grados centígrados es viable, y en este sentido vamos actualmente en la dirección equivocada. El sector del transporte mundial emite alrededor del 24 % del total de las emisiones de carbono relacionadas con la energía, y se prevé que esta cifra aumente en un 60 % para 2050.

Hay varios aspectos del transporte que plantean desafíos para una transición con bajas emisiones de carbono. El sector está muy descentralizado, y abarca los ferrocarriles, las carreteras y el tráfico aéreo y marítimo. El comportamiento humano desempeña un papel importante en los patrones de demanda de viajes y es difícil de gestionar. Lo más importante es que muchos países, especialmente en el mundo en desarrollo, carecen de instrumentos de políticas y de inversiones para enfrentar los impactos climáticos en el sector del transporte.

La imperiosa necesidad de abordar los numerosos desafíos del transporte hizo que algunos de los asociados más importantes se reunieran en las Reuniones de Primavera del Grupo Banco Mundial la semana pasada. El transporte es un sector clave en el que se necesitan medidas transformadoras bajo el enfoque de un desarrollo verde, resiliente e inclusivo (el enfoque GRID) del Grupo Banco Mundial , que enmarcó las conversaciones en las Reuniones de Primavera. Me complació participar en una reunión de trabajo de alto nivel para encontrar maneras de acelerar la descarbonización del transporte y, al mismo tiempo, asegurar que los países sigan ampliando los beneficios sociales y económicos del transporte. Ministros, directores ejecutivos, directivos de departamentos y organismos, y representantes de otras entidades se reunieron alrededor de una “mesa virtual” para compartir sus opiniones e ideas de posibles medidas, y analizar cómo el Banco puede ayudar a cambiar el transporte.

Fue alentador oír hablar de las innumerables iniciativas y programas en todo el mundo que incluyen la mitigación de las emisiones del transporte. Se está haciendo mucho, pero desafortunadamente todo esto no ha sido suficiente para cambiar la trayectoria de crecimiento de las emisiones. Está claro que para avanzar será necesario hacer las cosas de manera diferente y colaborar mucho más estrechamente. Tenemos que abordar la descarbonización del transporte de una forma estratégica, sistémica y coordinada, no como un complemento de otros esfuerzos.

Un obstáculo fundamental es que el transporte carece de instrumentos globales para crear, probar, fomentar, coordinar y ampliar las soluciones. Para desarrollar soluciones a gran escala, el Banco Mundial, otros bancos multilaterales de desarrollo, organismos bilaterales de desarrollo y el sector privado deberán unirse y aprovechar sus recursos.

Por eso hemos puesto en marcha el Mecanismo Mundial para la Descarbonización del Transporte (GFDT, por sus siglas en inglés), un importante fondo fiduciario de múltiples donantes que se centra por completo en resolver la cuestión de la descarbonización del transporte y abordar los desafíos relacionados, desde el acceso hasta la seguridad. Su objetivo es que la descarbonización del transporte sea el catalizador que contribuya a mejorar la vida de las personas, a crear oportunidades —especialmente para los pobres, las mujeres y las niñas— y a impulsar la competitividad de los países. Esto puede lograrse ampliando el horizonte de la cooperación y la coordinación, así como aprovechando los recursos e influyendo en las inversiones a nivel mundial.

Las sinergias son fuertes: los sistemas de transporte rápido por autobús permiten que menos automóviles transiten en las carreteras, aumentan el acceso a la movilidad y son una parte importante de las contribuciones determinadas a nivel nacional (CDN) de muchos países; el transporte seguro y las velocidades más bajas permiten a las ciudades abrir espacios para caminar y andar en bicicleta; una mejor regulación de las exportaciones de automóviles usados a los países en desarrollo —que en algunos casos representan más del 90 % de las flotas nacionales— puede reducir significativamente las emisiones, la contaminación y salvar vidas con vehículos más seguros, y la inversión en movilidad eléctrica y otras tecnologías emergentes pueden ayudar a aumentar la competitividad de las ciudades y los países.

Cuando el mundo se recupera de la COVID-19, los países tienen una oportunidad única en una generación de emprender un camino de desarrollo verde, resiliente e inclusivo. Las decisiones que se tomen ahora determinarán hasta qué punto el mundo experimenta nuevos avances en el desarrollo, la creación de empleo sostenible y una transformación económica resiliente y con bajas emisiones de carbono. La descarbonización del transporte es una pieza fundamental de este rompecabezas. Afortunadamente, se ha forjado un fuerte consenso entre los Gobiernos y el sector privado de que debemos actuar ahora, juntos, con determinación e innovación. Espero tener la oportunidad de compartir con ustedes los frutos de estos esfuerzos.