Intermodalismo como punto de encuentro de la economía y la logística durante la pandemia

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El Gobierno ha sido rápido de reflejos para enfrentar la problemática de la pandemia, y que en conjunto las administraciones pasaron del caos general a un orden más o menos estable –salvo algunas localidades– es hora de rever cómo podría influir de manera positiva pensar en una logística nacional y regional que funcione bajo los principios de economía intermodal.

Esos principios son: los corredores inteligentes, el aprovechamiento de los recursos físicos existentes, las inversiones estructurales pensadas en la logística y visión territorial de los destinos de las cargas y, fundamentalmente, en un día después ambientalmente sostenible en términos amplios.

La pandemia nos ha demostrado que la movilidad de las personas representa más riesgos que la movilidad de las cargas.

Visto de otra manera, antes del virus, los transportistas viajaban de 4 a 8 días de punta a punta del país exponiéndose a accidentes, a enfermedades, a problemas familiares e incluso psicológicos derivados del tiempo en la ruta.

Riqueza, y más
Ahora vemos cómo en las provincias, los municipios e incluso en algunas fronteras, maltratan a los conductores, los segregan, agreden o los retienen (a contramano del recomendado aislamiento), desconociendo que es en los camiones donde viaja no sólo la riqueza del país sino los productos que necesitamos a diario, desde vacas hasta cebollas, pasando por el papel higiénico o tornillos para las industrias.

La lógica de la cuarentena, que a todas luces viene siendo la mejor respuesta, tiene la transversalidad del transporte de cargas: peligroso si el conductor se enferma, pero indispensable para poder seguir viviendo y no terminar en un colapso absoluto. Esto no llevó a extremos tales como pedirles a los conductores que no duerman, que no coman o que no se bañen, porque implica detenciones.

En este escenario, un modelo de economía intermodal puede beneficiar a todas las partes.

En primer lugar, partimos del hecho de que el territorio hoy es susceptible de ser compartimentado en base a los datos de sanidad, lo cual va creando “clusters” epidemiológicos, donde las actividades pueden retomarse sin miedo a contagios.

Los 3 modos
De los tres modos de transporte comerciales, el camión es el más versátil pero con mayor margen de riesgo. Los trenes y barcos tienen su territorialidad determinada. Pero de la interacción entre los modos se puede generar un sistema amplio de transporte regional con subsistemas cerrados de transporte local, municipal, provincial o interprovincial que propicie la menor posibilidad de contacto exterior, generando el aislamiento necesario para evitar que aumente el número de infectados a la vez que se mantienen las condiciones necesarias para mantener un sistema económico activo.

Esta idea es un deseo técnico de perfeccionamiento que, también, restringe algunas libertades, pero vale como concepto de idealizaciones que nos sirvan para generar una tendencia, un comportamiento que, las propias empresas podrán ir generando en sus propios formatos.

El barco permanece aislado, su tripulación no toca tierra en largos tramos y el tren reemplaza a los operarios en tramos acotados. Este mecanismo minimiza las opciones de movilidad del virus mientras permite que las cargas sigan su recorrido.

En los centros de transferencia, estas cargas se suben a camiones y empiezan los recorridos a destino, operados por camioneros de la región, que no han tenido contacto con personal foráneo. De nuevo, reducimos las opciones de contagio. Y si este tránsito es muy largo, se puede hacer cambio de tractor y conductor para mantenerlos en su región, facilitando el trabajo de las autoridades sanitarias.

El futuro, un intermodalismo expandido
Si bien esperamos que el brote epidemiológico pase, las enseñanzas deben quedar, y la economía va a responder con buenos ojos a iniciativas públicas y privadas para fortalecer un sistema de transporte de cargas que reduzca costos, mejore la calidad de vida de sus miembros y minimice los vectores de riesgo.

Esas iniciativas deben pasar por un esquema que permita adaptar el tren a la logística actual, que tenga menores tiempos de tránsito, mayor capacidad portante en peso y volumen y más permeabilidad en el territorio; que elimine las trabas administrativas que encarecen los costos del transporte fluvio marítimo, eliminando los removidos portuarios aduaneros, gestionando mejor sus costos portuarios y ampliando el portafolio de servicios para las cargas generales.

El transporte en camión, como siempre, es la estrella. Su estrecho vínculo con la logística le permite orbitar en todas las áreas; es la cara visible frente a los clientes y es el que maneja la “agenda” del transporte.

El camión, de la mano del logistico, está llamado a ser el artífice de esta integración, gestionar frente al tren y los barcos, manejar los volúmenes de carga en el tiempo y con ellos la gestión económica del circuito.

Pero también está el diálogo entre camiones, porque se requiere esa integración en la primera y última milla que garantice la efectividad del sistema.

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